Una infancia marcada por su amor por la lectura y su posterior fascinación por Jacques Cousteau fueron los primeros pasos de la curiosidad científica de Francisco Bozinovic, Premio Nacional de Ciencias Naturales 2020 por su aporte al paradigma de la biología integrativa, ciencia que permite desenmarañar las relaciones entre organismos y sus ambientes. En la siguiente entrevista hablamos con el Dr. Bozinovic sobre la biología integrativa, el rol de la filosofía en la ciencia y su nueva pasión de escribir libros para niños, niñas y jóvenes.
En 2020 recibió el Premio Nacional de Ciencias Naturales por su trayectoria en el desarrollo del enfoque científico de la biología integrativa ¿podría comentar de qué se trata?
La biología integrativa trata de mirar los fenómenos biológicos completos. Por ejemplo, tengo un pájaro, tengo una planta y hay una interacción. El pájaro come la fruta y la planta gana un servicio del pájaro que se come la fruta, vuela, defeca la semilla más allá y ayuda a la dispersión. Esta interacción depende de procesos que ocurren en niveles de organización inferior – a nivel celular, a nivel molecular-, y en niveles superiores- a nivel comunitario, de población y de ecosistemas-. La biología integrativa es mirar los fenómenos biológicos en su totalidad.
Obviamente esto uno no lo puede hacer solo, entonces tiene que convencer a los colegas. Por ejemplo, yo sé poca biología molecular entonces convenzo a un biólogo molecular, y digo ‘mira que interesante esto’. Esta colaboración nos obliga a cambiar el chip. Muchos de mi generación, fuimos formados en el tema de la competitividad, ‘hay que competir porque la competencia hace bien’, y yo creo que no. Yo creo que el paradigma de la competenciahay que dejarlo de lado y cambiar al paradigma de la colaboración, creo que es la forma de que este mundo cambie. No podemos seguir compitiendo.
Esta forma de comprender el mundo como una trama de interacciones es especialmente relevante ante el cambio climático, en este sentido ¿cuáles han sido sus principales hallazgos?
Varias cosas. Una que hemos visto y que para mí es interesante es que cuando uno piensa en el cambio climático piensa normalmente en el aumento de temperatura promedio del planeta. Sin embargo, lo que importa mucho y que hemos descubierto trabajando con la mosca de la fruta –Drosophila melanogaster -, es que al medir la sobrevivencia o la mortalidad de estas vemos que lo que menos les gusta es la variabilidad.
Los organismos que estudiamos pueden leer el ambiente y pueden ir cambiando, adaptándose o aclimatándose al cambio de temperatura promedio de generación en generación, sobre todo los organismos de generaciones cortas. Pero la variabilidad -eso de que el ambiente sea impredecible- es cuando tienen problemas. Entonces el cambio climático no solo es un cambio en la temperatura promedio, sino, además y tal vez más importante, es la variabilidad del clima.
También se ha destacado por su trabajo respecto de la ecología y evolución de organismos endémicos, como el monito del monte, ¿puede comentar sobre estas investigaciones?
Toda la vida he trabajado con los organismos endémicos. Trabajamos con ratones Octodon degus que es una especie que solo está en Chile y es interesante de estudiar porque es diurno, los ratones generalmente no son diurnos, pero estos ratones tienen el mismo ciclo que nosotros lo que ayuda mucho en términos prácticos. Esta especie presenta algunas enfermedades que son muy parecidas a las nuestras, como el Alzheimer. Si uno secuencia beta amiloide – proteína que produce el Alzheimer- del degú tiene 2 aminoácidos que son diferentes al del humano, es decir es el organismo modelo que más se parece al humano para hacer estudios de Alzheimer.
También hemos trabajado con picaflores y con marsupiales endémicos. Y principalmente, ahora con Roberto Nespolo de la Universidad Austral de Chile y director del Núcleo Milenio LILI, estamos trabajando con el monito de monte (Dromiciops gliroides).
Antes se pensaba que existía una sola especie de Dromiciops, que era Dromiciops gliroides hasta queGuillermo D’Elía con su equipo descubrieron dos especies más, y a una le pusieron Dromiciops bozinovici. Mucha gente piensa que lo puse yo, pero no, sería muy patudo ponerle a una especie el apellido de uno. Le pusieron así porque en la década de los `80 junto a mi mentor, Dr. Mario Rosenmann, descubrimos que esta especie hibernaba y hasta ese hasta ese momento no se había descrito ni se conocían especies que hibernaban en Sudamérica. Hoy hemos continuado haciendo trabajos con Roberto Nespolo y su equipo en Lili.
Ha mencionado en otros espacios que la interdisciplina es fundamental para el desarrollo de su campo de estudio, haciendo referencia a diversas áreas entre ellas a la filosofía de la ciencia. Respecto a esta ha señalado que es aquella que le da el sustrato a la ciencia, ¿de qué manera lo ha sido y cuál es el aporte de la filosofía para el desarrollo de la ciencia?
En la mayor parte del mundo a los doctorados en ciencias llevan las letras PhD. Y Ph esta es la abreviación de filosofía, entonces PhD quiere decir doctor en filosofía. Esto algo antiguo y hoy no necesariamente todos los doctores saben de filosofía, pero la idea en su origen y su peso en la historia es porque se considera a la filosofía como la base de la ciencia como forma de pensar, como forma de razonar y saber lo que uno está haciendo.
Yo le pregunto a mis alumnos ¿existía la célula antes del microscopio? También les pregunto ¿Cuántos planetas hay? y ¿por qué no hay uno más? Es porque no lo han descubierto, pero puede que haya uno más. Esa es la famosa realidad entre paréntesis que decía Humberto Maturana, en el que ‘todo lo dicho es dicho por un observador” y que después fue creciendo a ‘todo lo dicho es dicho por un observador a otro observador’. Ahí hay una interacción del lenguaje.
Creo que quienes estamos en la academia somos unos privilegiados porque tenemos grados de libertad dentro de nuestras instituciones para pensar y razonar. De ahí viene la idea de la filosofía de la ciencia como base porque te permite cuestionar lo que haces, por qué lo haces y cómo lo haces. Lo importante es no abandonar nunca la autocrítica.
Además de su vasta trayectoria científica también ha escrito libros para niños y jóvenes. ¿Cómo ha sido esta experiencia?
Yo no soy escritor entonces fue un gran desafío, pero ha tenido un éxito impresionante y yo no me lo esperaba. El primero, Ecopreguntas para niños curiosos, lo escribí con Luz Valeria Oppliger y ha sido impresionante el impacto. Después me entusiasmé y escribí otro: Biodiversidad para jóvenes diversos: Aproximaciones al cambio global.
Hace poco me invitaron a dar una charla de 6to básico de un colegio y fue algo tan bonito, creo que yo quedé más feliz que los alumnos. Fue muy entretenido, todos los niños preguntones, firmé los libros, estaban felices. Yo creo que ahí está la clave porque son ellos los que van a hacer la diferencia. El escribir libros para niños me ha servido para educar y, la verdad, para educarme yo y poder tener estas interacciones que para mí han sido muy gratificantes.
En su libro Biodiversidad para jóvenes diversos: aproximaciones al cambio global, aborda la importancia vital, la riqueza y la belleza de la diversidad ¿de que manera la diversidad contribuye a la supervivencia de la vida en el planeta?
La biodiversidad es la vida en el planeta, sin biodiversidad no hay vida. La biodiversidad es la diversidad de los sistemas vivos que interactúan todos como una red que colabora entre si y si uno la destruye al final lo que uno está haciendo es destruyendo su propia casa. No darse cuenta de eso es pan para hoy y hambre para mañana.
En definitiva, no saben lo que hacen cuando, por ejemplo, queman el Amazonas, no saben lo que están quemando. Uno ve que queman árboles pero es más que eso, están quemando una cantidad de microorganismos, bacterias, hongos y, a lo mejor, cómo saben si ahí no está la cura del cáncer, a lo mejor hay un remedio en esa biodiversidad y uno no lo sabe.
Ahí está la famosa frase de Einstein ‘si juzgas a un pez por su capacidad de subir a un árbol pasará su vida creyendo que es un idiota’, pero los idiotas somos nosotros que le pedimos a pez que suba a un árbol. En el fondo veamos la diversidad, pero veámosla dentro de contexto y dentro de cosas que sean comparables.
Y también esto es importante en términos culturales como humanos también. Yo tengo una niña que tiene síndrome de Down y yo no le voy a pedir a mi niña que resuelva ecuaciones diferenciales, es decir el idiota en ese caso soy yo, yo le puedo pedir otras cosas que vayan de acuerdo con sus capacidades, uno pide cosas de acuerdo con las capacidades de las personas o de los sistemas biológicos que está viendo. Esto es una red de interacciones.
Como Premio Nacional de Ciencias Naturales, ¿cómo se imagina usted la ciencia en el futuro y cómo debería preparase el país para responder a este desafío?
Los países son desarrollados porque invierten en ciencia y no al revés. Generalmente los economistas piensan que cuando tienen dinero invierten en ciencias y no, los países que han logrado el desarrollo como Corea, Nueva Zelanda, Israel, no eran países ricos, y ¿qué hicieron? invirtieron en ciencias y en los niños sobre todo. Es importante ganarlos desde chicos y contar con buenos profesores también, bien pagados, porque a veces los profesores están mal pagados, tienen que hacer clases en más de un colegio, están destrozados, están cansados.
Y en el fondo si queremos salir hay que invertir en ciencia. El punto es decir ‘bueno o nos ponemos todos de acuerdo o no salimos’. Y esto cuesta porque yo creo que en el caso de nuestros honorables no siempre van a entender, piensan que la ciencia la van a comprar y la ciencia no la pueden comprar, eso está más que comprobado. Hay cosas que sí, la vacuna la puedes comprar, pero hay cosas que son locales, que tienes que desarrollarlas acá.
El futuro no sé cómo va a ser, pero sí te digo que mientras no pongamos los recursos y no conversemos entre nosotros, no vamos a salir. En esto último los comunicadores de ciencia han tenido un rol fundamental, son personas que se prepararon para esto. De diez años para acá es un mundo de diferencia, antes uno nunca vio un científico en la televisión y eso ha sido más mérito de los periodistas que de los científicos.
También hay que superar los estereotipos y dejar de ver a los científicos como bichos raros. Cuando van a laboratorio a sacarnos fotos nos dicen ‘ya profesor, póngase su delantal’, y yo no tengo delantal, tuve que conseguir un delantal para la foto, y ¿dónde me sentaban? Al lado del microscopio y yo decía ‘ni sé usar este microscopio’, ¿por qué no me ponen al lado de un instrumento que me sirve para mostrar como es en realidad? Pero no, porque el estereotipo del científico es con su delantal y al lado de su microscopio. Es importante superar estos estereotipos y darse cuenta de que los científicos no somos bichos raros.
Sobre Francisco Bozinovic Kuscevic
Francisco Bozinovic es Doctor en Ciencias por la Universidad de Chile y Postdoctorado en el Carnegie Museum of National History, Pittsburgh, Estados Unidos. En 2020 fue nombrado Premio Nacional de Ciencias Naturales por su contribución al desarrollo del enfoque científico de la Biología integrativa. Actualmente es Profesor Titular de la Facultad de Ciencias Biológicas de la Pontificia Universidad Católica de Chile; Investigador principal y Subdirector del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad (CAPES), y Subdirector del Centro UC-Síndrome de Down. Es autor y coautor de más de 300 publicaciones científicas y de libros entre los que se destaca “Ecopreguntas para Niños Curiosos” y “Biodiversidad para jóvenes diversos: Aproximaciones al cambio global”. Es miembro de la Academia Chilena de Ciencias y entre sus más de 20 distinciones destaca su reciente nombramiento de Doctor Honoris Causa de la Universidad Austral de Chile.